Barranco Cardoso |
Para nuestra nueva ruta, realizada en la tarde del día 7 de
abril, nos desplazamos en coche a Pozondón, pueblo vecino de Monterde.
Realmente se puede ir andando, ya que existe ruta señalizada, pero que resulta
excesiva, teniendo en cuenta que no disponemos de demasiadas horas y que
nuestra intención es llegar hasta la Piedra del Peruano, en el Barranco
Cardoso, pasando por el Castillo de los Ares.
Desde Monterde vamos con el coche hacia Pozondón, cogiendo
la carretera a Santa Eulalia del Campo. Nada más terminar una bajada
pronunciada que existe en este carretera se encuentra, a la izquierda el camino
que sirve de inicio a nuestra ruta y que se encuentra señalizado con un cártel
de “Castillo de los Ares”. Aunque nosotros dejamos el coche al principio de
este camino, es posible avanzar más en vehículo y acortar la ruta, ya que la
pista se encuentra en bastante buen estado.
El principio de la ruta que transcurre por estos llanos de
Pozondón se hizo un poco duro por el frío y aire que hacía, con momentos de
nieve y de matacabras que cortaban la cara.
Tras un tramo de cerca de dos kilómetros, con vistas a un
barranco a la derecha, llegamos a un cartel que indica el camino hacia Pozondón
(3,5 Kms) a la izquierda y hacia el Castillo de los Ares (1 Km.), el Barranco
Cardoso (2,5 Kms.) y Ródenas (7,5 Kms), siguiendo recto.
El camino va descendiendo paulatinamente, sin ninguna
complicación, ya que, como hemos dicho, es posible hacerlo incluso en coche,
hasta llegar al lado del Castillo de los Ares, situado a nuestra derecha sobre
un promontorio de piedra de rodeno.
En este punto podemos observar el cambio del paisaje de roca
caliza al de piedra de rodeno, con su característico color rojizo. Aquí el
camino se bifurca, con la posibilidad de girar hacia la derecha, en dirección al
Castillo, y continuar hacia Almohaja y Peracense, o de seguir recto hacia el
Barranco Cardoso. Por nuestra parte, a fin de no entretenernos demasiado,
preferimos seguir hacia el Barranco, dejando la visita al Castillo para la
vuelta.
Pasado este punto, el camino sigue bajando, introduciéndose
en la zona rocosa y de barrancos. Es muy recomendable pararse en un mirador
natural de roca, situado a la derecha del camino, desde el que se tienen unas
bonitas vistas del barranco.
Este mirador se encuentra unos veinte metros antes de llegar
a la señalización de entrada a este barranco, hacia la derecha, y en el que
existen grabados rupestres.
Estos grabados, al parecer se encuentran en un abrigo
natural de la roca, formado por la erosión del agua, aunque realmente son
difíciles de encontrar. Por nuestra parte no tuvimos ningún problema en ver los
“grabados” de los imbéciles y capullos que les gusta firmar su paso, aún a
costa de dañar el patrimonio natural o histórico. Hay una piedra, separada del
abrigo, en la que se observan marcas que, creemos, son parte de los verdaderos
grabados rupestres.
La ruta continúa a partir de este punto entre rocas y chopos
hasta llegar al límite para vehículos, donde el camino se convierte en senda,
hasta desaparecer, al introducirse en la zona rocosa del barranco.
Tras unos pocos
metros nos encontramos con la Piedra del Peruano, escultura de más de dos
metros, de estética precolombina, tallada en rodeno en una roca que conforma
una especie de altar natural, por un vecino de Pozondón de origen peruano.
Resulta curioso encontrarse esta figura en mitad de un barranco de la Comarca
de la Sierra de Albarracín.
El camino continúa por el barranco hacia un poblado íbero y otros
grabados rupestres, que según la señalización se encuentran a un kilómetro,
pero que preferimos dejar para otra ocasión, ya que tenemos pendiente ver el
Castillo de los Ares y puede hacerse tarde.
El regreso se realiza por el mismo camino que para la ida, con
la diferencia de que ahora es casi de continuo ascendente, y que el Castillo
ahora lo encontramos a la izquierda.
El Castillo, del que desconocemos su origen y época, estaba
construido con piedra de rodeno, como lo atestiguan los pocos restos que quedan,
compuestos por unos pequeños tramos de muralla o muros, y la mitad de un
torreón. Vale la pena subir a lo que en su momento sería el patio o el cuerpo
del Castillo, desde donde se tienen unas bonitas vistas del entorno, con campos
delimitados por muretes de piedra.
Realizada la visita a las ruinas del Castillo, regresamos al
camino, que continúa ascendiendo hasta llegar a la zona de llanos y al punto
donde hemos dejado el coche y que supone el final de nuestra ruta.
En resumen, la distancia total recorrida será de
aproximadamente 11 kilómetros, sin ninguna dificultad técnica, aunque muy
interesante y atractiva. Por nuestra parte tendremos que repetirla, a fin de
llegar hasta el poblado íbero que nos ha quedado pendiente.